Mario Murua
LA POSTULACION

Mario Murua, Premio Nacional Artes Plásticas 2025

Yo, Mario Murua, caníbal singular de la imagen, con firma reconocida en el planeta como Murua o Canimagen, levanto la voz en este momento histórico para denunciar con firmeza el miasma que, desde hace más de tres décadas, cubre con su hedor corrupto el proceso de elección del Premio Nacional de Artes Plásticas.

La Postulación

Durante 32 años, este galardón ha sido entregado de forma casi exclusiva a quienes habitan plácidamente en el vientre tibio de la academia, ese ecosistema cerrado donde la creatividad se esteriliza, donde el gesto se vuelve fórmula, y donde la sumisión estética es premiada con medallas, cargos y reconocimientos. Ese mundo —aparentemente inofensivo— está miasmado, infectado de conformismo, viciado por la autocomplacencia institucional y habitado por figuras que, al amparo del poder cultural, han desarrollado un protofascismo estético: una dictadura simbólica que define qué es arte, qué es belleza y qué es valor desde el podio de su propio espejo.

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    POSTULACIÓN MARIO MURUA PREMIO NACIONAL DE ARTES PLÁSTICAS 2025

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    Discurso de la Desmiasmación Cultural

    Yo, Mario Murua, caníbal singular de la imagen, con firma reconocida en el planeta como Murua o Canimagen, levanto la voz en este momento histórico para denunciar con firmeza el miasma que, desde hace más de tres décadas, cubre con su hedor corrupto el proceso de elección del Premio Nacional de Artes Plásticas.


    Durante 32 años, este galardón ha sido entregado de forma casi exclusiva a quienes habitan plácidamente en el vientre tibio de la academia, ese ecosistema cerrado donde la creatividad se esteriliza, donde el gesto se vuelve fórmula, y donde la sumisión estética es premiada con medallas, cargos y reconocimientos. Ese mundo —aparentemente inofensivo— está miasmado, infectado de conformismo, viciado por la autocomplacencia institucional y habitado por figuras que, al amparo del poder cultural, han desarrollado un protofascismo estético: una dictadura simbólica que define qué es arte, qué es belleza y qué es valor desde el podio de su propio espejo.


    De tanto ver pasar una generación educada en vuestras aulas, universidades privadas y públicas, con años de estudios, no saben pintar de oficio, apenas leen. Y eso me preocupa profundamente. ¿Cómo hemos llegado a este abismo de vaciamiento simbólico?


    La instalación mental de un miasma residual histórico no es casual: sus motivos son diversos y concretos.
    Primero, un desconocimiento de las culturas primeras. Una mano siempre apoyada en el colonialismo normal, ese que cree ser sin mestizaje, única sabiduría y herencia válida anclada en nuestra historia. Gabriela Mistral decía “soy vasca diaguita, a mucho orgullo”. Para ella, y para nosotros, ese mestizaje es raíz, es verdad.


    Las academias se tragaron el dogma de la modernidad cual telenovela, y los jóvenes que no han creado su propia selección entran en ella como en un drama feudal, dentro del feudo de lo “post”, sin resultados, sin práctica, solo con discursos que giran en círculos en medio de una burocracia estética.
    Las academias trabajan en una burbuja museal sin hacer leer ni pintar.
    Sus instalaciones no son creación, son cortar y pegar: regresión disfrazada de gesto, decorada con palabras vacías.


    Nunca se había abusado tanto de la ignorancia de un pueblo como ahora, por medio de los oscuros conocimientos del arte de instalar.
    Un arte sin alma, sin tierra, sin fuego.
    La mediocracia se ha hecho provecho secular de las iglesias del dogma traído desde afuera.


    Yo no habito ese mundo. Nunca lo hice.
    Y si habitamos estos mundos pluriconectados, es para borrar ese “nunca lo hice” y hacer historia.


    Mi obra nace desde lo más alto y lo más bajo del planeta: el Aconcagua y la fosa de Laguna Verde, lo que crea nuestro ñeque espiritual, joya energética de la libertad, desde los márgenes, desde la calle, desde la tierra, desde la sangre abierta del tiempo y de los pueblos originarios de Sudamérica. Desde los pueblos indoafrolatinos, desde la desobediencia creativa. Desde lo que duele, desde lo que arde.


    Hago esta postulación desde lo singular, lo descolonial, lo lleno de prácticas nuevas en la imagen.
    Reconocemos los 100 años del surrealismo europeo, pero no los 5000 años del Sur-Real: las culturas alusinadas y resistentes de nuestro continente, invisibilizadas por la narrativa centralista y eurocéntrica. Es tiempo de romper esa miopía colonial.


    Las academias están colgadas de los ideales borbónicos, construidas sin mirar el propio territorio.
    Han utilizado la fotocopia del Edén pro-Mediterráneo, sin haber visto jamás el Océano Pacífico.
    Son máquinas de cobrar a su alumnado: lo que no les dan en enseñanza, se los quitan en tiempo, dinero y libertad.
    Representan la domesticación filosófica, el servilismo académico, la estética de la obediencia.


    Pero Chile está cambiando. Y con él, debe cambiar el arte.
    El arte no debe premiar la obediencia.
    El arte no debe rendirse al confort del aula.
    El arte no debe miasmarse en la burocracia de la estética.


    Por eso levanto esta candidatura no solo como un acto personal, sino como un acto poético. Porque el Premio Nacional debe desmiasmarse, abrir las ventanas, dejar entrar el aire nuevo que traen los cuerpos que han creado fuera de la academia, a contrapelo del sistema, en tensión con las instituciones, y en sintonía con la vida.


    Hago un llamado a terminar con el protofascismo estético, ese que premia la domesticación del arte y castiga la rebeldía de los creadores que no se postran.
    Hago un llamado a la diversidad de trayectorias, al reconocimiento de las resistencias, a la validación de quienes han hecho del arte un ejercicio de libertad, no de diplomacia.


    Porque el arte no nace del consenso, sino del temblor.
    Porque la belleza no está en el museo, sino en el gesto que lo subvierte.
    Porque el artista no debe ser cortesano, sino rebelde, provocador, médium de su tiempo.


    Mi postulación es un acto de justicia.
    Es un grito contra el encierro académico.
    Es una declaración de guerra al olvido institucional.
    Es una urgencia moral.


    Es hora de desmiasmar el Premio Nacional de Artes Plásticas.
    Es hora de que el arte chileno vuelva a arder.


    Mario Murua
    Artista Visual
    Candidato al Premio Nacional de Artes Plásticas
    Desde el Persa Bio Bio – Uemul Editor

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